Sobre la comunicación humana en la primera veintena del siglo XXI (Parte 1 de 3)
Me detengo a pensar de vez en vez sobre la comunicación, cada que llega una pareja o padres de adolescentes al consultorio. Un proceso que podría simplificarse al intercambio de información y retroalimentación entre un emisor y un receptor que intercambian papeles en medio de ruido o interferencias, usando un medio y un mismo código.
Pero quizá no sólo tenemos esto, partiendo del principio de autorganización que caracteriza a toda la materia, organismo vivo u organismo inteligente, quizá este artilugio de nuestra inteligencia es una forma más de autorganización en organismos complejos como lo son los seres humanos. Una manera de organizar a dos seres que se reconocen distintos, que se reconocen provistos de inteligencia, de necesidades diferentes, de intencionalidad, que se saben capaces de ser veraces o mentir, de modificarse, de modificar al otro y al medio, pero que se saben capaces de realizar acuerdos en función de metas mayores a las realizables por uno solo.
Pensar por un momento en ejemplos naturales básicos me permite ilustrar más está idea. Un mono alerta y con miedo ante un depredador, comienza sus gritos para alertar a su grupo y asegurar la superviviencia; un lobo con movimientos, gesticulaciones y avances coordina el ataque de su jauría; una ave bailando, alzando, el plumaje para conseguir pareja sexual. Cada ejemplo implica el uso de sonidos, gesticulaciones o acciones para comunicar al otro una sensación fisiológica, una necesidad o intencionalidad.
Claro que en los humanos todo esto está presente, pero hay más. Un hombre o una mujer sacando el pecho, apretando los puños, gritando para alejar a un atacante; un grupo de militares haciéndose señas planificadas para lograr un ataque; un adolescente peinándose, arreglándose y mostrando conductas llamativas para atraer la atención hacia él.
Sin embargo, respondemos también a otros principios y a otras intenciones. Tratamos de planificar, de acordar, conciliar, intentamos no comunicar, tratamos de entretenernos, distraernos, relajarnos, evitar, y muchas otras cosas que también se presentan en la comunicación. Otra diferencia radical en los humanos es la posibilidad de mantener acuerdos más allá del momento, acuerdo no por una tarea, sino para un proceso completo, un periodo de vida mediante los relatos, memoria colectiva, escritos, normas o leyes.
En las relaciones de pareja de esta veintena del siglo XXI temas de comunicación sobre miedos, inseguridad, desconfianza, son tema de todos los días en la consulta, y adicional a esto tenemos en medio un canal, la tecnología, que proporciona una nueva plataforma de conflictos.
La huella digital, los mensajes, historiales de búsqueda, nuestros hábitos con el manejo de dispositivos, la inmediatez de esto y el amplio acceso, son solo parte de los elementos nuevos cargados al proceso de comunicación, que ya están íntimamente ligados a los conflictos de pareja.
Tal cual existen problemas personales con la regulación fisiológica que son campo de la medicina; problemas con la regulación emocional, la regulación cognitiva y volitiva campo de la Psicología; también hay problemas actualmente con la regulación expresiva privada y la publica, ¿qué acaso requeriremos de consultores de comunicación? ¿Será algo exclusivo de figuras públicas y políticos o cada vez más de todos?
En el terreno o canal de lo interno, lo privado y lo público hay una marcada tendencia a la desorganización en la comunicación, propio de un proceso de aprendizaje; aunque el reto actual es que la tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad de aprender, adecuarnos, crear normas personales y sociales de convivencia.
Cuantos conflictos no hay actualmente, por cosas que podemos considerar tan banales como la edad para iniciar el uso de dispositivos de tecnología, el uso de dichos dispositivos en lugares y momentos de aprendizaje, laborales, recreativos o de convivencia, el uso privado de dichos dispositivos y sus tecnologías para tener comunicación privada o pública con otros.
Teniendo una intención de buscar el Ethos, el buen vivir y atención plena en las actividades diarias, me hago las siguientes preguntas para que cada quien se responda. ¿Cómo convivir en una relación donde no se comparte la misma idea de respeto al comunicarme privada o públicamente mediante tecnología o de demostrar mi gusto por ciertas cosas de forma pública? ¿Cómo declarar mi deseo de respeto por mi pareja y los otros, al volver o volverse momentos de privados a públicos mediante fotos y sus publicaciones, al momento de permitir o no el posicionamiento GPS, al usar una videollamada para algo más que tener una bella conversación?¿Cómo comunicarme en una relación en la cual los momentos de convivencia están reducidos por trabajos, Familia, amistades, actividades sociales, obligaciones, intereses culturales, tiempos de ocio, y tiempo de ocio tecnológico?
En un mundo donde aún no tenemos normas o modelos morales Ad Hoc es labor individual, de pareja y colectiva acordar el respeto que deseamos.
Sobre el Autor
José Luis Gutiérrez Pacheco. Psicólogo Clínico especialista en adolescentes y adultos.
Psicoterapeuta, Interesado en la Tecnologia y Blogero ocasional.